Titulo del libro: La carroza de Bolívar
Género: Novela
Editorial: Tusquets
Páginas: 389
Dónde conseguirla: Librería Acuario, calle 18 # 6 - 40, Bogotá.
Dónde conseguirla: Librería Acuario, calle 18 # 6 - 40, Bogotá.
Estoy
convencido de que la historia colombiana oficial está llena de mentiras. Pero no
sé dónde buscarlas. Lo intenté hace algunos años, cuando leí Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia, del
historiador Indalecio Liévano Aguirre. De esa lectura me quedó una duda sobre
Bolívar, a pesar del trato benevolente que el autor le da a su figura: la forma
en que traicionó a Antonio Nariño (ese sí nuestro Gran Colombiano).
Muchos años después, me asaltó una nueva sospecha sobre el Libertador, cuando descubrí
que tanto los liberales como los conservadores (y las guerrillas y Chávez), se
peleaban por ser los auténticos herederos del pensamiento Bolivariano. ¿Cómo
podría ser tan grande un hombre que generara este tipo de disputa entre las dos
más grandes bandas de atracadores de nuestra república?
Entonces
sí, se puede decir que todo este tiempo, aun sin saberlo, había estado buscando
la caída de Bolívar. O, podría decir, que había estado esperando La carroza de Bolívar, la novela escrita
por Evelio Rosero precisamente con el propósito de desmitificar a nuestro
prócer más idolatrado. Rosero es uno de los autores colombianos contemporáneos
de lectura obligatoria para entender este país. Además, es uno de esos que ya
poco se ven: honesto, creador de un lenguaje propio, comprometido
exclusivamente con la Literatura, así, en mayúsculas, de bajo perfil, reacio a
dar entrevistas y sin columna en los grandes medios, ni cuenta en twitter ni
perfil de Facebook. Su novela Los
ejércitos es, quizás, el mejor libro colombiano de ficción en lo que va de
este siglo. Así que la combinación Rosero Bolívar o, mejor dicho, Rosero vs
Bolívar, se presentaba irresistible.
Aunque,
claro, la novela es mucho más que eso. Está el desenmascaramiento de Bolívar,
por supuesto, muy bien contado en la segunda parte, cuando el autor, a través
de dos de sus personajes, narra la farsa de la victoria en Bomboná y las
atrocidades del Libertador en su paso por Pasto -basándose en el estudio
publicado por el historiador José Rafael Sañudo en 1925, titulado Estudio de la vida de Bolívar-, así como
dos anécdotas de su vida privada que, dice, son vox populi en la ciudad nariñense por los días en que transcurre la
historia. Pero La carroza de Bolívar es
también la historia de Justo Pastor Proceso, ginecólogo, hombre exitoso en su
vida pública y profesional, pero cuya vida privada es un desastre: tiene dos
hijas pequeñas que lo desprecian y una mujer, la voluptuosa Primavera Pinzón, con
quien lleva una relación que podría describirse como un eterno coitus interruptus. Justo Pastor la desea más que nunca, la ama, o quiere
amarla, o intenta amarla, pero no sabe si ese esfuerzo vale la pena a estas
alturas del juego, situación que lo hace sentirse un hombre ridículo.
En las
otras dos partes de la novela, la primera y la tercera, lo veremos luchando y
dejando de luchar por este amor, conoceremos a sus amigos, su vida sin sentido, sus logros nimios y descubriremos la pasión secreta
que ha consumido la otra parte de su vida: desmitificar a Bolívar. Para
ello, Justo Pastor ha estado escribiendo un libro que nunca ha podido
terminar, tratando de “traducir” a un lenguaje digerible la obra publicada por
el historiador Sañudo. Corre el fin de año de 1966 y, por un azar, el
protagonista descubrirá que, en lugar de terminar su libro imposible, logrará su
propósito construyendo una carroza para el Carnaval de Blancos y Negros, en la
cual se evidenciarán las atrocidades cometidas por el “mal llamado libertador”
en contra del pueblo pastuso.
La carroza de Bolívar es una comedia
trágica, una denuncia y al mismo tiempo una resignación. Es un libro que hace
reír y que da rabia. Es una postal física y moral de
Pasto en la que, si uno se asoma, puede contemplar también a toda Colombia, su exuberancia y sus
contradicciones y miserias. El libro es una crónica de ese exceso que es todo
carnaval, y en este punto es admirable cómo Rosero usa esta celebración, su
preparación, desarrollo y desenlace, para estructurar la novela y sus ritmos.
El lenguaje de Rosero -y su ritmo-, entre decimonónico y moderno, a veces barroco y a veces concreto, siempre original, va mutando al tiempo que lo va haciendo el ambiente de la ciudad, como
si fuera el registro de las palpitaciones del pueblo en su camino hacia el caos
final, hacia la desinhibición colectiva que tiene como resultado ese estado
jovial y violento, absurdo e infantil, alcohólico y sexual, que se aprecia en
las tradicionales fiestas de cualquier pueblo colombiano.
Si este
fuera un país serio, uno que cuestionara su pasado y revisara críticamente su
historia, es probable que La carroza de
Bolívar nunca hubiera tenido que ser escrita, o lo hubiera sido hace muchos
años. Pero como no es así, el libro de Evelio Rosero se presenta como una obra
fundamental para entender de dónde vienen algunos de nuestros peores males de
la actualidad, al tiempo que se disfruta de una excelente novela que corretea por entre la mente de un personaje complejo y difícil de olvidar.
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